Orgullo y humildad

Uno

Solo cuando limpiamos los escombros de nuestro pasado asumiendo la responsabilidad de nuestros errores, encontramos la libertad y la paz. Pero solo podemos limpiar los escombros si nos damos cuenta de ellos, es decir, hacer un examen de conciencia minucioso y valiente y admitir la naturaleza exacta de nuestros errores. Pero la naturaleza exacta puede tener una variedad casi ilimitada que es abrumadora.

Los grandes maestros espirituales, reflexionando en la Palabra de Dios, han visto que todas las malas acciones provienen de siete raíces pecaminosas: Orgullo, envidia, pereza, ira, codicia, gula y lujuria. Cada uno de nosotros sufre de 2-3 de estos. Nuestro objetivo es descubrir cuáles sufrimos y desarraigarlos por la gracia que viene a través de los sacramentos y la oración y practicando la virtud opuesta.

Sé cuáles me atrapan a mí, ¿sabes cuáles te atrapan a ti?

Dos

Hoy comenzamos con el que todos podemos marcar: el orgullo y su vencedor: la humildad.

El orgullo es tener una valoración poco realista de uno mismo.

una. Puedo tener una opinión demasiado alta de mí mismo: puedo ser egoísta, arrogante, engreído o estar por encima de mí mismo, una autoafirmación excesiva

b. Puedo pensar demasiado bajo de mí mismo, tímido, una timidez excesiva.

La siguiente lista (compilada por San José María Escrivá) es un buen criterio para ubicar su forma dominante de orgullo:

Pensar que lo que haces o dices es mejor que lo que hacen o dicen los demás; siempre queriendo salirse con la suya; discutir cuando no tienes razón; discutir cuando se tiene razón pero con malos modales o insistir obstinadamente; opinar sin que te lo pidan, cuando la caridad no te lo exija; despreciar el punto de vista de los demás; no ser consciente de que todos los dones y cualidades que tienes son prestados (de Dios); no reconocer que eres indigno de todo honor o estima, incluso el suelo que pisas o las cosas que posees; mencionarse a sí mismo como ejemplo en una conversación; hablar mal de ti mismo, para que los demás se formen una buena opinión de ti; poner excusas cuando se le reprende; sentirse herido porque otros son tenidos en mayor estima que usted; negarse a realizar tareas serviles; buscar o querer ser señalado; dejar caer palabras de autoelogio en la conversación, o palabras que puedan mostrar su honestidad, ingenio, habilidad o prestigio profesional; avergonzarse de no tener ciertas posesiones.[1]

Tres

Santo Tomás en la Summa (q. 75, 84) define el Orgullo en 3 partes:

1. El orgullo es alejarse de Dios y buscar satisfacer nuestro deseo de felicidad en las cosas del mundo solamente:

una. Todo pecado consta de dos elementos.

i. Apartarse de Dios (Eclesiástico 10:14)

ii. Volviéndonos hacia un bien fugaz, tratando de encontrar allí toda nuestra felicidad.

2. El orgullo es un deseo desordenado de Excelencia o Perfección,

una. ser mejor que todos los demás,

b. estar por encima de todos los demás

C. tener control o poder sobre todas las cosas

3. El orgullo se niega a estar sujeto a Dios a través de Su Iglesia en asuntos de fe y moral.

El orgullo es la autosuficiencia radical que nos lleva a creer que tenemos todo lo que necesitamos para ser felices; por lo tanto, no necesitamos a Dios, lo que nos hace no querer a Dios y no hacer las cosas que fomentan la amistad con Dios.

Joseph Peiper: “Toda neurosis parece tener como síntoma común una ansiedad egocéntrica, una preocupación tensa y egocéntrica por la seguridad, una incapacidad para soltar. En resumen, el tipo de amor por la propia vida que conduce directamente a la pérdida de la vida”.

Cuatro

La humildad vence el pecado del orgullo. Si el orgullo es pensar demasiado alto o demasiado bajo de uno mismo, entonces la humildad es pensar correctamente de uno mismo. Joseph Pieper dijo: La humildad es la estimación que el hombre tiene de sí mismo según la verdad o la realidad y eso es casi todo lo que hay. Jesús le dijo a Santa Catalina de Siena: “Catalina, recuerda una cosa; Yo soy el que es, y tú eres la que no es”.

A. En comparación con Dios, soy casi nada. Yo no soy Dios y tengo límites. No tengo todo lo que necesito; por lo tanto necesito a Dios ya los demás.

B. En relación con Dios, soy su hijo inconmensurablemente amado y precioso. Soy valioso, tengo dones, talentos y fortalezas que se necesitan para el bien de los demás.

Cinco

La gratitud es el puente para pasar del orgullo a la humildad. Cada día reflexiona sobre estas preguntas: ¿Por qué estoy agradecido? y a quien estoy agradecido? Estas cosas buenas son las manifestaciones concretas del amor de Dios por mí. Luego pregunta, ¿cómo he respondido a Su amor? Con gratitud reconozco mi necesidad de Dios y de las cosas buenas que vienen de Él para mí. Crecemos en gratitud al tomar conciencia del bien en cada momento presente. El bien de la persona con la que estoy, la naturaleza en la que estoy caminando, el trabajo que estoy haciendo, la comida que estoy preparando o comiendo, esta vez con Dios en amistad y oración. Encuentra lo bueno de cada momento y deléitate en él y crecerás en gratitud. De esta manera, la Felicidad sigue a la gratitud.

[1]Surco, #263.

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