Orgullo, sentimientos y madurez cristiana

UNO

En la lectura del Evangelio de Lucas, Jesús se aparece a sus discípulos en el aposento alto mientras discuten su aparición en el camino a Emaús. Dos de los discípulos comparten su encuentro con los otros discípulos, que escuchan incrédulos. Simplemente no pueden creer su historia, ya que el horror de lo que sucedió el Viernes Santo era demasiado real. ¡De repente, ahí está Él! ¡Jesús! Presente corporalmente y se lo demuestra mostrándoles sus heridas y luego comiendo pescado, ya que los fantasmas no tienen cuerpos y no comen. ¡Se levantó como prometió! ¡Él aparece en medio de dos o tres, como lo prometió! ¡Él aparece físicamente en la fracción del pan o de la Eucaristía, como ha prometido! ¡Él abre sus mentes por Su enseñanza, como Él ha prometido! ¡Él ha vencido al mundo, incluso a la muerte, como él ha prometido! ¡Él satisface todo anhelo, como lo ha prometido! ¡Nosotros también podemos encontrarlo en los mismos medios presentados en este relato porque Él lo prometió! Pero, para que esto suceda, debemos superar nuestras dudas, nuestros pecados, nuestro orgullo y vivir con fe en Sus promesas.

DOS

Este relato nos demuestra las mismas maneras de experimentar el poder milagroso de Jesús resucitado en nuestras vidas: Encuéntrelo a través de la conversación y en la fracción del pan; Compártelo a Él y a este encuentro con los demás; Recibir y estudiar Sus enseñanzas; y luego ve a predicar Su nombre a todas las naciones como testigos. Esta es una tarea desalentadora. Nuestro orgullo y nuestras emociones tienden a dirigirse hacia la comodidad y la facilidad. Tendemos a evitar la lucha y el dolor cuando se trata de nuestra fe. Es por eso que Jesús se entrega a sí mismo a nosotros de estas maneras, para que tengamos Su poder para vencer nuestras fallas y pecados. Ha habido tantas veces en las que he luchado con las dudas y el pecado y he respondido incrédulo al testimonio de la Iglesia. Señor, ayúdame a superar mis dudas y temores hablándome palabras de sabiduría y verdad en mi oración, recibiendo los sacramentos y en una pequeña comunidad de personas fieles, para que pueda tener éxito en la fe.

TRES

Los apóstoles lucharon por superar sus dudas. Primero, estaban conmocionados y asustados por lo que presenciaron en la crucifixión de Jesús. El miedo es una respuesta natural al peligro, y cuanto mayor es el peligro, mayor es el miedo. Sin embargo, Jesús les habló de su destino y de su resurrección. Esto debería haber sofocado sus temores, pero no lo hizo. El orgullo ciertamente jugó un papel. Confiaron demasiado en su propia comprensión de lo que creen que sucedió con su Señor, confiando en sus sentidos más que en Su palabra. El orgullo también hace que sea difícil admitir los propios errores. Cuando confiamos demasiado en nosotros mismos y no lo suficiente en Dios y las cosas salen mal en nuestra vida, tendemos a dudar, o peor aún, culpar a Dios o a los demás por nuestro dolor antes de aceptar la responsabilidad. Finalmente, el orgullo nos hace aferrarnos demasiado a nuestro propio sentido de seguridad autogenerado y nuestro deseo de validar nuestros sentimientos. Paradójicamente, esto en realidad crea inseguridad. Los discípulos simplemente no podían aceptar la realidad ante ellos, hasta que la tierna paciencia y las Palabras de Cristo disiparon su debilidad. El orgullo es mortal precisamente porque nos ata a nuestro egoísmo y debilidades. Un buen primer paso para superar esto es examinarnos profundamente para descubrir nuestras fallas predominantes. ¿En qué situaciones de mi vida el orgullo anula la verdad?

CUATRO

Nuestras emociones no suelen ser lógicas: sentimos cosas que no deberíamos sentir. Los miedos y sentimientos del discípulo parecían válidos, invitaban a un cierto revolcón en la autocompasión, pero estaban equivocados. Las pasiones son sentimientos dados por Dios que deben responder a la realidad. Se supone que esta respuesta debe ser guiada por el intelecto y ser aprovechada por la voluntad. Debido a la caída, nuestras pasiones gobiernan con demasiada facilidad. Cuando esto sucede, nuestras acciones dejan de ajustarse a la realidad y nuestras inseguridades crecen. Cuando sentimos emociones, necesitamos pasar por el proceso de hacernos algunas preguntas: ¿qué estoy sintiendo? ¿Viene de mi propio orgullo o de heridas? ¿Es racional? ¿Se ajusta a la realidad? ¿O simplemente estoy tomando placer en secreto de revolcarme en la autocompasión? Lo que se necesita es la madurez cristiana, el tipo de madurez que pone la confianza en Cristo y en Su Iglesia por encima de uno mismo.

CINCO

La madurez es la capacidad de aceptar y actuar sobre lo que es verdad a pesar de cómo me siento al respecto. La madurez cristiana reconoce que la verdad viene de Cristo y de Su Iglesia. Seguir estas enseñanzas es seguir el camino de la felicidad. No podemos ser felices si solo y alguna vez seguimos nuestros propios deseos y sensibilidades caídas. Es por eso que Cristo se dio a conocer a sus seguidores: tenía que confirmarlos en la fe, para que no la perdieran al seguir sus sentimientos. San JoseMaría Escrivá ofrece las siguientes formas de crecer en la madurez cristiana: 1. formarse en las verdades de Jesús hasta que se conviertan en parte de nosotros. 2. Recibe a Nuestro Señor en la Eucaristía y acude mensualmente al Sacramento de la Santa Reconciliación. 3. Dedicar tiempo diariamente al diálogo personal de la oración con Jesús. Señor, ayúdame a identificar los lugares de mi conciencia donde necesito crecer en la madurez cristiana.

Previous
Previous

Nunca renuncies

Next
Next

Asimilación de la Eucaristía