Hábitos de los santos

UNO

Ahora, seamos claros y no nos equivoquemos. Dos cosas deben suceder antes de que puedas entrar al Cielo:

I. Debes volverte como Dios;

II. Debes volverte santo.

Esos son los requisitos previos para entrar al cielo.

Llegamos a ser como Dios al recibir Su vida divina que se nos ofrece a través del Bautismo y la Eucaristía, que nos hace verdaderamente hijos e hijas de Dios que comparten la naturaleza misma de Dios. Dios tiene sus propias formas de dar Su vida divina a aquellos que, sin culpa propia, no pueden recibir los sacramentos. Pero para aquellos de nosotros que podemos, a menos que recibamos una parte de su naturaleza divina a través de los sacramentos, no podemos vivir en el cielo.

Nos hacemos santos al ser purificados de nuestros vicios y volvernos virtuosos.

Las Escrituras nos dicen que nada impío puede entrar en el cielo, nada que sea malo. Por lo tanto, para entrar al cielo debemos ser purificados de todos nuestros vicios como el orgullo, la ambición vana, la envidia, la pereza, la ira, la avaricia, la glotonería, la lujuria, el chismorreo, el resentimiento, la amargura y la falta de perdón, etc.

DOS

Centrémonos en cuatro hábitos de los santos.

El primer hábito es fomentar el deseo correcto, el deseo de llegar a ser santo. Cuando se le preguntó qué se necesita para convertirse en santo, Tomás de Aquino dijo: "Quererlo". Si no lo queremos o no lo deseamos, entonces nunca sucederá.

Recuerde que la esperanza es desear y luchar por el cielo como nuestra máxima felicidad.

Nadie se esforzará por algo que no desea. Quiero llegar a ser un santo. ¿Tú? Aquí es donde se cuela la duda. ¡Destierrala! La duda acerca de la santidad es una herramienta del diablo.

Aprende sobre los santos y deja que te inspiren con el deseo de convertirte en santo. Pero no te compares con los santos. De hecho, no hay dos santos iguales. Dios te hace para convertirte en un santo a tu manera única. Dios te hizo para convertirte en un santo y te está dando todo lo que necesitas para convertirte en uno. La única forma en que no lo harás es si eliges no hacerlo. Así que deséalo.

TRES

El segundo hábito de los santos es un examen de conciencia diario combinado con una confesión frecuente. Todos los días dedica unos minutos a hacer un breve examen de conciencia.

En su examen diario…

1. Comienza con gratitud

a. ¿Por qué estoy agradecido?

b. ¿A quién estoy agradecido? Primero, estoy agradecido con Dios.

C. Todas estas cosas por las que estoy agradecido son las manifestaciones concretas de su amor por mí.

d. Ahora bien, ¿cómo he correspondido a su amor?

2. Luego mire hacia atrás en sus últimas 24 horas y reconozca dónde ha pensado, dicho y hecho cosas que estaban mal o no hizo lo que estaba bien... las cosas que nos dejaron vacíos e infelices.

a. Esta evaluación honesta hará que crezcamos en nuestro deseo y amor por Dios, purificando nuestros deseos desordenados.

b. Entonces dile a Dios que realmente lo sientes porque lo amas sobre todas las cosas.

3. Haz un plan de juego para aprender de esto y vivir mejor hoy – esto es parte de tu resolución que surge de la oración – algo simple y concreto para poner en práctica hoy para ser más feliz.

4. Ahora, ve a la Confesión, al menos una vez al mes, donde Jesús puede perdonarte y sanarte de tus vicios y fortalecerte para crecer en la virtud.

CUATRO

El siguiente hábito de los santos es el medio infalible para crecer en la amistad con Jesús y la conversión del vicio a la virtud: es la Meditación diaria y una Resolución.

El Catecismo sugiere dos formas de hacer la meditación diaria a través de la Lectio Divina, es decir, leer la Biblia en oración oa través del Rosario.

De cualquier manera, en la meditación hacemos tres cosas:

A. Escuchamos a Dios leyendo o recordando Su Palabra en las Escrituras, la Tradición y la enseñanza de la Iglesia. Esta es la forma en que Dios nos habla.

B. Entonces reflexionamos o pensamos en lo que Dios ha dicho y hecho para entenderlo, amar a Dios por ello y formar convicciones firmes.

C. Formamos una resolución para poner en práctica lo que Dios nos ha dicho ese día.

Si hacemos esto todos los días venceremos nuestros vicios, nuestros hábitos pecaminosos. Si no hacemos esto, no los venceremos y ellos nos vencerán.

CINCO

Solo no puedes crecer espiritualmente. Necesitamos a los demás y ellos nos necesitan a nosotros.Teresa de Ávila es una de las más grandes maestras de la vida espiritual. Al principio no tenía amigos que compartieran su amor por Dios y la búsqueda de la santidad y le resultó muy difícil progresar por sí misma. Ella escribe: “Gran mal es para un alma estar sola en medio de tantos peligros. Me parece que si hubiera tenido alguien con quien hablar de todo esto me hubiera ayudado... Por eso aconsejaría a los que practican la oración que busquen... amistad y asociación con otras personas que tengan el mismo interés... Yo creo que los que comenten los gozos y las pruebas por que pasan, se beneficiarán a sí mismos ya los que los oigan, y saldrán instruidos; y aun sin entender cómo, habrán instruido a sus amigos.” (El Libro de Su Vida, Capítulo 7:20.)

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