Docilidad al Espíritu Santo 2
uno
Nuestra meditación del día está tomada de la escena del Evangelio de hoy; Juan 1:29 Al ver a Jesús venir hacia él, Juan dijo: 'Mira, ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es del que hablé cuando dije: Un hombre viene después de mí que está antes que yo porque existió antes que yo. Yo mismo no lo conocía y, sin embargo, fue para revelarlo a Israel que vine a bautizar con agua '. Juan también declaró: 'Vi al Espíritu que descendía sobre él del cielo como una paloma y descansaba sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me había dicho: "El hombre sobre quien veas que el Espíritu desciende y descansa, es el que va a bautizar con el Espíritu Santo".
Jesús es ungido por el Espíritu Santo. Esto significa que Jesús y el Espíritu Santo llevan a cabo juntos una misión conjunta. Aunque Jesús es el Hijo de Dios, todo lo que hace, lo hace con y en y a través del Espíritu.
Jesús también nos da el Espíritu Santo para que, como Él, todo lo que hagamos sea hecho con y en y a través del Espíritu Santo. Pero con demasiada frecuencia, como cristianos, volvemos a caer en la autosuficiencia radical del Orgullo y tratamos de hacer todo solo con nuestro débil esfuerzo. Qué estúpido es seguir cayendo en esta trampa, pero yo lo hago y tú también.
dos
Es imposible volverse santos por nuestros propios esfuerzos. La santidad es principalmente la obra del Espíritu Santo en nosotros. Por otro lado, nada es imposible para Dios. Jesús le dijo a Santa Faustina, "el camino más seguro a la santidad es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo". En meditaciones anteriores del Rosario les he dado algunos de los 10 principios basados en un libro de Jacque Phillippe llamado “En la escuela del Espíritu Santo”, que permitirán que el Espíritu Santo se vuelva completamente activo en su vida.
Desear y pedir inspiraciones. Pide y te será dado. (Lucas 11: 9). Jesús nos está diciendo que pidamos inspiraciones del Espíritu Santo en todas las circunstancias de nuestra vida, ordinarias y extraordinarias, en las cosas grandes y pequeñas, en todas las cosas. Y resuelva no rechazar nunca a Dios. Tome la resolución de no descuidar una sola inspiración o deseo que Dios pueda expresarnos, sin importar cuán pequeño sea. Cuanto más Dios nos ve en este estado de total docilidad, más nos inspira. No estoy diciendo que un requisito previo para recibir inspiraciones sea la capacidad de obedecer a Dios perfectamente: pero uno debe estar resuelto a hacerlo.
tres
La fidelidad a la gracia atrae nuevas gracias. A todo el que tiene más, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (Lucas 19:26). Dios ya ha revelado mucho de lo que quiere que hagamos a través de las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia. Necesito ser fiel a lo que él ya ha revelado antes de esperar que revele nuevas inspiraciones. Cuando Dios nos vea haciendo su voluntad en las cosas que ya ha revelado, nos dará más inspiraciones.
cuatro
Practica el abandono. La forma de obediencia que más se pasa por alto es la obediencia a los acontecimientos. Esto no significa caer en un fatalismo o pasividad, ni tampoco significa decir que todo lo que sucede es voluntad de Dios: Dios no quiere el mal ni el pecado. Suceden muchas cosas que Dios no quiere directamente, pero las permite, en su sabiduría, y pueden seguir siendo una piedra de tropiezo o un escándalo para nuestra mente. Dios nos pide que hagamos todo lo posible para eliminar el mal. Pero a pesar de nuestros esfuerzos, siempre hay cosas sobre las que no podemos hacer nada, que Dios nos invita a aceptar con confianza porque Dios obra todas las cosas para bien para quienes confían en Él.
cinco
Practique el desapego. No podemos escuchar los movimientos del Espíritu si somos rígidos, apegados a nuestros bienes, nuestras ideas, nuestros planes, etc. Para ser guiados por el Espíritu Santo, necesitamos la flexibilidad para estar listos para ir por cualquier camino que Dios nos guíe. Se adquiere esta flexibilidad poco a poco practicando el desapego. Debemos mantener una actitud de desapego para que si se nos impide que algo salga “a nuestra manera” no hagamos una escena. Este desapego debe practicarse en todos los ámbitos de nuestra vida. El aspecto material no es el más importante. Muchas veces nuestro progreso espiritual está más bloqueado por el apego a nuestra voluntad y nuestro camino. El apego a nuestras ideas, especialmente cuando objetivamente tenemos razón, es quizás el peor obstáculo para la docilidad hacia el Espíritu Santo. Viendo que lo que queremos es lo mejor, nos justificamos con una terquedad, o mala educación y un orgullo que nos ciega, sin considerar que el plan que tenemos en mente no siempre se corresponde con los caminos de Dios.