Vivir como la Trinidad
UNO
PERSONAS DISTINTAS, SIN DIVISIÓN
La Trinidad nos dice que la naturaleza de la Trinidad es existir como Personas distintas que comparten todo lo que tienen, cada una con las demás. No hay división, no hay reserva. Ninguna Persona tiene una reserva privada de bondad a la que las otras Personas no puedan acceder.
Están tan unidos que son un Dios, no tres dioses. Son un solo Dios porque incluso lo que son, todo lo que son, se mantiene en común entre ellos.
Continuamente, eternamente, dan y reciben y celebran la infinita bondad de ser Dios.
Esto es lo que hace que sea tan increíble ser Dios, es decir, una comunidad de Personas distintas en perfecta unidad sin división ni competencia.
DOS
CADA PERSONA EXPERIMENTA EL BIEN DEL OTRO COMO PROPIO
La experiencia humana a menudo enmarca el bien de la otra persona como en competencia con el nuestro. Si alguien más consigue un trabajo, o un ascenso, o un premio, o la puntuación más alta en una clase, entonces significa que yo no. Pero en la Trinidad, porque es el mismo bien infinito, la misma naturaleza divina que cada una de las Personas comparte, entonces esa división no puede surgir. El Padre no puede ver el bien del Hijo como en competencia con el suyo propio porque el bien del Hijo y su bien es exactamente el mismo bien. Así que no puede haber ninguna división, o competencia porque el bien de Una Persona es el mismo bien que el de la Otra Persona.
Es por eso que Dios es amor por Su propia naturaleza, porque el amor es cuando consideras el bien de otro como tuyo.
TRES
AMAR A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO
Cuando se le pidió a Jesús el mandamiento más grande, respondió que debemos amar a Dios absoluta y completamente, pero que también debemos "amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos".
¿Qué significa eso? Significa que elegimos vivir como la Trinidad. Tratamos el bien de nuestro prójimo como si fuera nuestro propio bien; Trabajamos por la felicidad de nuestro prójimo como si fuera nuestra propia felicidad.
Eso significa que cuando algo bueno le sucede a otra persona, nos regocijamos como si nos hubiera sucedido a nosotros. Cuando algo malo le sucede a otra persona, estamos tristes como si nos hubiera pasado a nosotros.
Eso es increíblemente difícil. Significa que tenemos que superar cualquier tentación de envidia, de resentimiento, de actuar como si fuéramos más importantes que nadie.
CUATRO
LOS MOMENTOS MÁS FELICES DE TU VIDA
Probablemente el momento más feliz de tu vida fue cuando disfrutaste del placer de otra persona o, dicho de otra manera, cuando compartiste con otra persona en la celebración de un bien común.
¿Recuerdas cuando tu primer hijo sonrió por primera vez? ¿Recuerdas la alegría pura, penetrante, casi dolorosa que te dio? ¿Recuerdas la última vez que hiciste reír a un buen amigo, y los dos se rieron hasta que les costó respirar? ¿Recuerdas la última vez que tu cónyuge te dijo: "Me haces tan feliz"?
Esos son los mejores momentos que la vida humana tiene para ofrecer. Esos tiempos son tan buenos como se puede porque fuimos hechos para amar como Dios. Estábamos destinados a regocijarnos en el bien de los demás, a unir su felicidad con la nuestra en una celebración de la misma bondad.
CINCO
EL CIELO COMO EXPERIMENTANDO ESOS MOMENTOS POR LA ETERNIDAD
Imagina lo más feliz que jamás te hayas sentido con otro ser humano, un cónyuge, un hijo, un amigo. Recuerda la risa o el abrazo. Recuerde lo que se sintió cuando a su hijo le fue bien en un evento deportivo y usted aplaudió. O cómo te sentiste cuando viste a tu esposa y pensaste "No merezco esto, no merezco tener tanta suerte". O cuando tu amigo pasó por un momento difícil, y te sentiste tan aliviado, tan agradecido.
En cada uno de esos casos, la bondad del otro, la bondad que le sucedió al otro, fue celebrada como tu bondad y estabas emocionado con la felicidad. El cielo es eso para siempre. Dios es así de infinitamente.